Decía Jan Gehl en su documental «La Escala Humana«: «A veces diría que sabemos más de los hábitats adecuados para gorilas de montaña o tigres siberianos de lo que sabemos sobre un hábitat urbano adecuado para el homo sapiens».
La movilidad sostenible necesita un cambio cultural. Demandamos ver al tendero en la puerta cuando no tiene clientes, a los escolares andando a los centros educativos, a las personas mayores paseando y sentándose en el banco, a los niños jugando en la puerta de su casa, a los vecinos saludándose… ¿Qué nos estamos perdiendo?, ¿quién y qué tiene que ceder para beneficiarnos todas?, ¿cómo explicar ese cambio?
Imaginemos que el espacio público, la calle, es un tablero de juego en el que tenemos unas reglas. Actualmente, todas esas reglas perpetúan el abuso del coche. El 80% del espacio público de Melilla es asfalto.La época en la que recalificar terrenos era una forma de enriquecer las arcas públicas, era normal cambiar el tablero de juego. Si estamos jugando al ajedrez y de repente nos ponen un tablero de parchís, las reglas cambian inmediatamente.
Pero en un momento en el que vivimos recortes en sanidad, dependencia y educación, cuando se supone que no tenemos tanto dinero, es necesario consensuar las reglas del juego, tal y como nos explica Màrius Navazo. El cambio es más barato y lento, un proceso más amplio y profundo. Se precisará de participación ciudadana real y de formación de los técnicos locales, donde ya no sólo serán necesarios ingenieros, arquitectos, etc., también precisaremos de sociólogos, antopólogos, trabajadores sociales, etc. Por tanto, las infraestructuras, nuestro tablero, no pueden ser excusa para no cambiar las reglas de juego.
Utilizando la metáfora de Isaac Asimov del cuarto de baño para la superpoblación, queremos reflexionar sobre el aparcamiento, partiendo que el 25% de las familias en España no tienen coche. ¿Qué pasaría si viviéramos 2 personas en un piso y tuviéramos 2 cuartos de baños? Podríamos pensar que cada personas debe tener un cuarto de baño y nos molestaría que nos dijeran que no podemos estar mucho rato dentro.
Pero, ¿qué pasaría si viviéramos 22 personas en un piso con 2 cuartos de baños? Tal vez no podríamos almacenar la ropa de invierno que no nos cabe en el armario, no nos permitirían estar mucho tiempo, sólo lo utilizaríamos para lo imprescindible… ¿Qué pensarían nuestros vecinos si, al no tener espacio en nuestras casas, solicitamos que pongan cuartos de baños en el espacio público? Ya lo dijo Ole Thorson, el aparcamiento en el espacio público no es un derecho.
Si tuviéramos una casa, ¿a qué le darías más espacio: al pasillo o a los cuartos? ¿Por qué hay personas que convierten sus garajes en un segundo salón donde reunir a toda la familia, sala de juego para los niños, etc.? ¿Por qué no hacer lo mismo con el espacio público, con la calle?
Hoy en día sólo pensamos en calles pasillo, y relegamos de manera marginal algunas plazas y parques como salones donde estar. Nos gusta la idea de calles donde pueda pasar gente para ir de un lado a otro, pero donde predomine la invitación a quedarse. ¡Una calle donde se pueda pasar y quedarse! Parece una buena manera de aprovechar el espacio. La calidad de una calle no se mide por el número de personas que pasan, sino por las que se paran.
En una calle donde no pasan tantos coches, pueden pasar muchas cosas.