¿Para quién es este camino?
Las niñas y niños deben ser los protagonistas de esta iniciativa. Existe la creencia de que los menores no están preparados para tomar decisiones. Hay caminos que se asumen como estudios técnicos de movilidad y que, tras las encuestas, apenas tienen contacto con los menores. La propuesta es un cambio cultural entre todos y favorecer la autonomía de los menores, lo que exige contar con ellas y ellos.
¿Quién emprende el camino?
Lo puede iniciar cualquiera, como en este caso es Melilla ConBici y CICODE los que ha dado simplemente a conocer la propuesta. Pero lo primero que hay que entender es que debe ser un camino de todos, por lo que habrá que contar ¡y colaborar! con distintos agentes. Será necesario establecer alianzas y aprender a trabajar en común: madres, padres, abuelas/os, hermanas/os, profesorado, asociaciones, administración local… La necesidad de apoyo y colaboración del entorno social cercano, del barrio, refuerza la idea de que se trata de un proyecto de ciudad, no meramente un proyecto vinculado al centro educativo. El cambio es brutal, pretendiendo cambiar el centro educativo de espacio formativo a promotor del cambio cultural del barrio. Sin todos los apoyos, el proyecto será más inestables y los esfuerzos deberán ir dirigidos a lograr la participación de quienes faltan o ir afianzando compromisos.
Quienes tienen permiso y las mejores posibilidades para animar a cambiar pautas cotidianas de movilidad e ir ganando grados de autonomía entre menores de edad son las madres y los padres. Lo más paralizante de este proyecto no es un cruce peligroso, sino el temor adulto. Si en un principio pueden ser el principal problema debido a la sobreprotección y al temor a la inseguridad de las calles y al tráfico, hay que entender que quieren lo mejor para sus hijos y este proyecto se lo brinda. Hay que trabajar sobre los miedos, los riesgos y la capacidad de los menores para manejarse de forma segura en la ciudad.
El profesorado puede propiciar la reflexión en las aulas sobre la movilidad sostenible y vincularlo a una acción concreta como el desplazamiento diario al colegio aporta enormes ventajas: adquisición de hábitos saludables, más seguridad, mayor calidad del aire que respiramos, menor ruído, puntualidad, disfrute del entorno, autonomía… Muchas veces hablamos de problemas medioambientales y nos quedamos en reciclaje y otras pocas herramientas más para poder afrontarlo. Es el nodo de comunicación entre la administración, el alumnado y los progenitores. Los docentes pueden asumir tres niveles de implicación:
- Permitir que otras personas entren en las aulas para explicar el proyecto y ceder algunos espacios de actividades básicas como la realización de encuestas. Informar a alumnado y familias de actividades programadas. Por ejemplo, mensualmente Melilla ConBici organiza Pedaladas mensuales para reivindicar otra forma de movilidad en Melilla.
- Realización de actividades educativas dentro de las aulas en relación con la movilidad. Cualquier materia es susceptible de ser aprovechadas para tratar estos temas: conocimiento del medio, inglés, matemáticas…
- Promover la puesta en marcha del proyecto Camino Escolar.
La administración local debe tomar a niñas y niños como parámetros de calidad de vida urbana. Una ciudad en la que los niños no juegan es una ciudad enferma y Melilla está enferma. Son necesarios instituciones sociales, educativas, de urbanismo, seguridad, medio ambiente… Melilla tienen la ventaja de que la Ciudad Autónoma promueve el desarrollo de un Plan de Movilidad, así como su pequeño tamaño hace más próxima la administración con la ciudadanía.
Un cambio cultural, de ciudad, de barrio, requiere el apoyo social. Al principio puede resultar difícil de detectar por estar más o menos organizado, pero podrán prestar apoyos sin la necesidad de mantener vínculos directos con los menores, al contrario que docentes, familias y administración. Frente a este apoyo más difuso, a veces puntual, es importante buscar y detectar complicidades: asociaciones vecinales, peatonales, ciclistas, personas con discapacidad, mayores, comerciantes, ecologistas, etc. Por ejemplo, en las Jornadas de Infancia y Ciudad: soñamos Melilla, re-descubrimos la ilusionante labor de Marcaré.
Se debe tomar el centro escolar como centro neuráligico, trazando un radio de 3 kilómetros como distancia adecuada para que el alumno camine (4´5 km/h) o vaya en bicicleta (15 km/h). En países como Japón, se entiende el transporte escolar a partir de los 4 km para alumnos de 6 y 12 años. En Dinamarca es para distancia superior a los 6 km.
Capítulo 7 (pag. 62-73). Iniciación de un proyecto de Camino Escolar.
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