Ciudades para los niños

Cada vez hay menos niños jugando en las calles y más niños atrapados en sus casas por una pantalla. Los expertos alertan y piden cambiar la situación, y algunas ciudades los han escuchado. Texto: Heike Freire

Son las ciudades de hoy entornos adecuados para niños y niñas?¿Responden a sus necesidades específicas? ¿Podemos verlas con sus ojos? ¿Imaginar cómo las viven? ¿Cómo les gustaría que fuesen? ¿Es posible devolverles el protagonismo en los espacios públicos? ¿Recuperar su libertad de movimiento? ¿Tienen los niños algo que aportar a la mejora de las ciudades? ¿Pueden participar en la búsqueda de soluciones a los problemas sociales y urbanos que les afectan, contribuir a la construcción de entornos más amables y acogedores para todos?

Para debatir estas cuestiones, el VI Encuentro “La ciudad de los niños”, organizado por Acción Educativa, reunió el pasado mes de abril, en Madrid, a un centenar de educadores, arquitectos, investigadores, técnicos, políticos, urbanistas, filósofos y psicólogos… El objetivo de esta edición fue hacer un balance, transcurridos veinte años, de la aplicación en los municipios españoles, de la Convención por los Derechos del Niño.

Tráfico, ruido y contaminación
Durante décadas, las decisiones urbanísticas han privilegiado las necesidades de un sector de la población: adulto, mayoritariamente hombre, trabajador, que se desplaza en automóvil. La contaminación atmosférica, el ruido, los problemas de tráfico y los accidentes son el resultado de estas políticas, con el consiguiente impacto sobre la salud y la calidad de vida de sus habitantes. Las calles han dejado de ser espacios naturales de encuentro y socialización para convertirse en lugares de tránsito y prisa: “Quedar en la calle no es divertido”, comenta Natalia, de 11 años; “hay mucho coche, mucha gente que pasa corriendo porque llega tarde y te dicen que te apartes… hay gente mala”. El miedo, la desconfianza y una sensación de inseguridad, real o inducida por los medios de comunicación, incita a los ciudadanos a replegarse en sus casas, en zonas privadas, cerradas y vigiladas. El espacio público se ha visto reducido a su mínima expresión: el centro comercial y la autopista saturada de vehículos que han llegado a ser indispensables por el fenómeno de la suburbanización, el vaciado de los centros históricos y la especialización funcional en áreas de trabajo, vivienda, ocio…

La infancia secuestrada
Los niños son, probablemente, los más perjudicados por el entorno hostil y el desierto social de las ciudades. Hiperresponsabilizadas y asustadas, las familias prefieren ofrecerles la seguridad del hogar, del consumo y la tecnología, a los supuestos peligros de las calles: “Me gustaría salir con mis amigos –explica Pablo, de 9 años–, pero como mis padres no me dejan, me quedo en casa jugando con la Wii”. Sin embargo, el precio a pagar por esta tranquilidad es, tal vez, demasiado alto: “En Madrid, hemos visto cómo la infancia iba desapareciendo de nuestras calles”, señala Mari Sol Mena, responsable del proyecto “Madrid a pie”, “lo que ha contribuido a reducir drásticamente sus posibilidades de juego, autonomía y convivencia”.

“Estamos ante la primera generación de niños y niñas que no pueden moverse libremente por las calles”, confirma el experto Fidel Revilla, de Acción Educativa. Pese a que cuentan con más medios que nunca para educarse y crecer, la pérdida de márgenes de autonomía y movimiento entre los niños occidentales resulta preocupante. Según un estudio de Play England, desde los años 70, la distancia del juego autónomo respecto de la casa ha disminuido un 90%. Sólo el 29% disfruta actualmente de actividades regulares al aire libre (comparado con un 70% hace 20 años), y al 51% de los que tienen entre 7 y 12 años no se les permite subir a un árbol sin supervisión adulta. En nuestro país, sólo el 30% de los niños de esa franja de edad van solos al colegio. Con un entorno físico y social cada vez más reducido, muchos niños y jóvenes que sufren soledad y aislamiento encuentran una vía de escape en los mundos virtuales de las pantallas: según datos recientes, nuestra infancia pasa unas 990 horas al año frente al televisor, 30 más que en la escuela. Las consecuencias de esta situación para la salud (por ejemplo, el creciente número de niños obesos) y el desarrollo físico, emocional, social e intelectual de los pequeños, solo están empezando a evaluarse.

Recuperar la ciudad

  • Paradójicamente, cuanto menos utilizan los ciudadanos el espacio urbano como lugar de encuentro y convivencia, más inseguras se vuelven las calles: “La seguridad no la da el espacio privado, sino la utilización del espacio público”, afirma la urbanista Marta Román, que anima a los ciudadanos a “atreverse a pedir sal al vecino”, como una forma de recuperar el contacto. Unos lazos sociales estrechos entre vecinos parecen ser mejor garantía de protección y bienestar que un fuerte aumento de la presencia policial o de las cámaras de vídeo-vigilancia.

    En la recuperación de la ciudad como espacio social para sus habitantes, los más jóvenes desempeñan un papel fundamental: “El niño es un estupendo indicador de la calidad ambiental”, asegura Antonella Prisco, compañera de Francesco Tonucci, en el Consejo Nacional de Investigación italiano; “En las ciudades saludables y hermosas, los niños juegan en las calles”.

    Los niños necesitan moverse en la ciudad y la ciudad necesita niñas y niños que se muevan: ambos pueden ayudarse mutuamente. De esta idea nació el proyecto “La ciudad de los niños”, que, desde hace casi 20 años, ofrece a alcaldes y ayuntamientos una metodología para escuchar las necesidades de la infancia, desarrollando su participación y autonomía. Con ayuda de niños y niñas, las ciudades se vuelven más amables, recuperan espacios públicos, zonas peatonales y para bicicletas, refuerzan la seguridad frente al miedo, resuelven problemas de tráfico… Porque “lo que es bueno para la infancia es bueno para todos”, concluye de nuevo Mari Sol Mena

    Consejos de niños

  • “Hola, me llamo Margarita García y tengo 10 años. He tenido que bajarme de la acera porque su coche me cerraba el paso. Le agradecería que la próxima vez aparcara correctamente”. Frases como éstas puede leer el propietario de un vehículo al retirar de su limpiaparabrisas una multa con el membrete del Ayuntamiento de Villamayor, un pueblo de 7.000 habitantes próximo a Salamanca. Elena Diego, la alcaldesa y su equipo decidieron crear, hace más de seis años, un Consejo de Niños, órgano de participación que discute y transmite al Ayuntamiento sus preocupaciones e intereses: “No se trata de aumentar los recursos y servicios para la infancia”, explica Elena, “sino de ofrecer a los niños una experiencia de ciudadanía activa y participativa”. Una veintena de consejeros, elegidos democráticamente entre los escolares de Primaria, se reúnen una vez al mes con la alcaldesa para informar sobre la situación de la ciudad y sus problemas, exponer sus necesidades, presentar demandas y hacer propuestas. Los niños debaten sobre temas de actualidad, conocen el funcionamiento y las competencias de las distintas administraciones y tienen acceso a la información municipal. También se implican en la ejecución y el seguimiento de las mejoras aprobadas: participan en las tareas de renovación y mantenimiento de parques y jardines; patrullan la ciudad detectando irregularidades: bordillos rotos, alcantarillas atascadas, coches mal aparcados, problemas de limpieza… ponen multas simbólicas y realizan diversas acciones de sensibilización de la población.

    Más de 20 pueblos y ciudades españolas, incluidas Barcelona y Madrid, disponen actualmente de estructuras para la participación de la infancia. Algunos de sus miembros acudieron al encuentro para presentar sus actividades. El Consejo de niños de Alcázar de San Juan, en Ciudad Real, promueve desde el año 2006 la realización del programa de televisión Un poco de cada, que cuenta con secciones de curiosidades, humor, manualidades, libros, cocina, música, noticias… Fran, uno de los redactores, aconseja a los adultos “que tengan paciencia, que nos escuchen y disfruten con nosotros, aunque a veces nuestras ideas les parezcan tonterías”. Alejandro, de la Comisión de Participación del distrito de Arganzuela, en Madrid, está muy orgulloso de haber conseguido un skate park para su barrio: “Me gusta participar, compartir con los demás, saber que me escuchan”. Luis confiesa que, en Moratalaz, la Comisión votó una vez la construcción de un parque de atracciones: “Nos dijeron que no nos pasáramos, que pidiéramos cosas comprensibles”. “Nos interesa conseguir que no haya tanta contaminación”, explica Lucía, del distrito Centro. “Hace unas semanas, cortamos la calle e hicimos muchas actividades en ella”.

    Participando, los niños aprenden a participar, a convertirse en ciudadanos activos, a implicarse en su ciudad y vivirla como propia. Pero “La ciudad de los niños” no es sólo un proyecto educativo: es, ante todo, una filosofía de gobierno que “requiere compromiso y convicción”, explica la edil de Villamayor. “Los niños saben perfectamente si los estás tomando en serio, si crees realmente en ellos.”

    Al cole, ¡vamos solos!

  • Bajo el lema “Camí escolar, espai amic”, el Ayuntamiento de Barcelona lleva diez años promoviendo el hábito de ir al cole a pie. Ya son 49 las escuelas que se han sumado al programa, y serán 60 en 2011. La iniciativa es fruto de la coordinación entre el Instituto Municipal de Educación, el Área de Movilidad y los distritos. En ella participan, junto a los técnicos municipales, padres, maestros y asociaciones de comerciantes que ofrecen a los niños su ayuda frente a cualquier dificultad que puedan encontrar. Los itinerarios, trazados con la participación de todos los implicados, suponen una mejora de las condiciones de seguridad, señalización y organización del espacio urbano, en calles y aceras. El proyecto posee, además, un enorme potencial transformador: “Queremos desarrollar una nueva cultura de movilidad que priorice la calidad de vida de las personas y el respeto al medio ambiente”, señala Flor Majado, responsable del programa en el IMEB.Los niños que van solos al cole recuperan una pequeña autonomía, un espacio social para charlar y compartir con sus iguales: “Me encanta ir sola al cole”, asegura María, de 8 años. “El pequeño camino que recorro está lleno de zonas verdes y las disfruto mucho, especialmente cuando voy con mis compañeras”. También aprenden a cuidar de sí mismos y a ser críticos con los adultos: “Por el camino al cole, veo muchos conductores que no tienen cuidado”, cuenta Marta, de 11 años, “se pasan los semáforos en rojo, fuman o hablan por el móvil. Esto no me gusta, pero sé que es nuestra responsabilidad, que debemos aprender a protegernos”. Lleno de historia, de literatura, de relaciones sociales e incluso de cálculo y geometría, el camino escolar permite desarrollar la función educadora no sólo de la familia y la escuela, sino también del barrio y la ciudad: sobre él los niños investigan, realizan proyectos y aprenden muchas cosas del mundo real.
  •  Pedibus’ seguro
  • El programa “Madrid a pie. Camino seguro al cole” nació hace cuatro años para favorecer la autonomía y la calidad de vida de niñas y niños mientras van a la escuela. El colegio Puerto Rico, en el barrio de Orcasitas, es uno de los 23 centros que se han sumado al proyecto: “Antes había muchos problemas a la entrada del cole”, explica Gema, del equipo técnico. “Todo el mundo venía en coche y se creaban situaciones de peligro para los niños, generadas por las propias familias”.Un primer diagnóstico de la movilidad, realizado con la participación de padres y educadores del centro, permitió conocer los hábitos de desplazamiento, los recorridos habituales, los puntos conflictivos y los aspectos a mejorar. A partir de ahí, se han identificado y definido dos caminos principales para que los niños puedan recorrerlos todos los días de casa al colegio y del colegio a casa.Hoy, el centro de Orcasitas ha organizado su primer pedibus de prueba. Cerca de una treintena de niños y niñas, acompañados esta vez por unas pocas madres, una policía municipal y la técnica del ayuntamiento, van incorporándose al grupo. “Hoy las madres no vienen”, responde orgulloso Carlos, de 8 años, a la pregunta de una compañera más pequeña. “Es para que vosotros os hagáis más responsables y nosotras también nos descarguemos un poco”, explicaba una de las madres a una niña de unos 7 años. Soledad, la policía municipal, aprovecha para hacer educación vial sobre el terreno: “En este tramo la acera es más estrecha –observa–, ¿os acordáis de cómo tenéis que ir?” “Pegados a las casas”, responde un coro de voces infantiles. Mónica, Maribel y José Manuel, informadores ambientales, han estado repartiendo folletos en las tiendas, animando a los comerciantes a que se sumen al proyecto. Nieves, la de la papelería, está encantada de poder ayudar: “Por las características del negocio, aquí vienen muchos niños, conocemos a casi todos. A veces, entran solos y vienen las madres detrás buscándolos”
  •  Ciudades para todos
  • En 1991, a partir de sus investigaciones sobre la soledad infantil, el pedagogo italiano Francesco Tonucci impulsó, en la ciudad de Fano (Italia), el proyecto “La ciudad de los niños”. Su idea es hacer de la infancia el parámetro de valoración y la garantía de satisfacción de las necesidades de todos los ciudadanos. Actualmente, el proyecto agrupa varias redes internacionales de ciudades, principalmente en Europa y América Latina. También la ONU, en 1996, aprobó el programa “Ciudades amigas de la infancia”, cuyo objetivo es promover la aplicación de los derechos de la infancia en el ámbito de las entidades locales. “La ciudad –explicaba Francesco Tonucci en una entrevista reciente– puede ser el lugar donde se realicen los deseos, y no sólo los deseos de los más poderosos, de los que quieren ganar y especular, sino, especialmente, los deseos sencillos del niño que quiere jugar, del anciano que quiere pasear o del joven que desea encontrar reserva e intimidad”.
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